Alguna vez has gastado demasiado
tiempo en la búsqueda de algo pero al final terminas encontrando un tesoro, un “algo”
que nunca imaginaste, pero total e indiscutiblemente mejor que la razón primigenia
de tu búsqueda. Estoy segura que sí, como cuando estas buscando ese bolígrafo escurridizo
que siempre se esconde graciosamente de ti pero, en esa exhaustiva búsqueda
terminas encontrando dinero, el suficiente para una golosina o el libro que
tanto deseabas comprar.
También sucede cuando estas enfocado buscando
una mano amiga o un hombro donde llorar, pero terminas encontrando a la persona
que terminaría formando parte importante de tu vida. A esa persona maravillosa
que nunca esperaste pero que llega en el
lugar y momento preciso.
Estos y otros casos suceden de pronto,
sin esperarlo sin embargo suceden. Estas
muestras de casualidad, esas chispas de
destino son conocidas como serendipias y se refiere a los descubrimientos o
hallazgos afortunados o inesperados que se producen cuando se está buscando
otra cosa distinta. Y la historia, así como la ciencia están repletas de ellas.
Como la invención de la penicilina que con un simple descuido consiguió uno de
los fármacos más útiles en la actualidad.
Unos casos muy curiosos de serendipias
que te dejarían con los ojos cuadrados son las ruinas submarinas de Yonaguni,
las cuevas de Naica, Hang Soon Dong, los
Moai y Machu Picchu los cuales
conoceremos con mayor detalle en publicaciones posteriores.
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